Es común escuchar acerca del estrés como una condición que se manifiesta tan continuamente como la alegría o tristeza, está tan normalizado en los tiempos actuales que prácticamente todos lo experimentan varias veces a lo largo de su existencia. Y es que el estilo de vida que últimamente se ha asentado, en el que se priorizan las responsabilidades económicas o de otros tipos, sobre las necesidades del cuerpo y la mente, ha conducido al ser humano a enfrentar esta clase de sensaciones en consecuencia.
El estrés es una respuesta inmediata, no elegida ni razonada, que el cuerpo desencadena ante los peligros o amenazas que encuentre. Si bien, estos sucesos que estresan y tensionan han cambiado a lo largo de los años, pues las circunstancias a las que se enfrentaban las personas hace 3 décadas no son las mismas a las que se enfrenta el mundo ahora, los seres humanos siguen presentando la misma reacción, ya sea ante las finanzas, el trabajo o las relaciones personales. Estas responsabilidades, con las que continuamente cargan un amplio número de individuos, tienen afectaciones que usualmente pasan desapercibidas. Se trata de un estado de tensión tanto físico como emocional, cuyo origen puede remitirse a una situación o pensamiento que desencadene frustración, enojo o nerviosismo. Dicha emoción se hace presente de diferentes maneras, aunque comúnmente inicia manifestándose a través de un aumento en el ritmo cardiaco, ocasionando que el flujo de sangre se dirija a los músculos y preparando al cuerpo para huir o enfrentar al causante del estrés.
Existen 2 categorías principales en las cuales se puede clasificar: el estrés agudo, que desaparece tan pronto como se manifiesta y ayuda a controlar, de manera inmediata, situaciones peligrosas o desconocidas; y el estrés crónico, que a diferencia del anterior se presenta durante un periodo prolongado. Cuando el estado de tensión se acumula durante un periodo amplio se torna más peligroso, pues puede ocasionar que quien lo padezca se acostumbre a tenerlo y, por lo tanto, se arriesgue a no atenderlo al concebirlo como rutinario, lo que derivará en importantes complicaciones de salud.
Así entonces, el estrés puede ser significativo tanto a nivel emocional como físico, dado que sus efectos pueden acumularse en el cerebro y demás partes del organismo, ocasionando que, a largo plazo, se debilite el sistema inmunológico o se desarrollen padecimientos mayores. Diferentes estudios señalan que el estrés a causa del trabajo es uno de los más frecuentes y que este llega a aumentar en un 68% el riesgo del deterioro de la salud, por lo que la prevención, información y tratamiento son importantes herramientas para hacerle frente al ritmo y condiciones de vida en la actualidad.
Se podría considerar que, al estar estrechamente vinculado con las emociones, la forma más grave de manifestación del estrés solo tiene impacto en lo que refiere a estas. Sin embargo, el estrés va mucho más allá pues afecta a todo el organismo mediante una serie de reacciones químicas. Al momento de su aparición, el cuerpo secreta una hormona llamada cortisol que ingresa en el flujo sanguíneo; en pequeñas dosis, esta ayuda a regular muchas funciones naturales, entre las que se encuentran el sueño, el peso y la presión arterial. Además, el cortisol, en conjunto con la epinefrina —conocida como adrenalina— y el glucagón, otras sustancias que hacen su aparición al momento de sentir estrés, juegan un rol muy importante en la regulación de los niveles de azúcar en la sangre, información que para el diabético debe ser de total importancia. Es decir, cuando la persona está atravesando un estado de estrés, automáticamente su cuerpo se prepara para asegurarse de tener suficiente azúcar o energía disponible, provocando que los niveles de insulina desciendan, mientras aumenta la presencia de glucagón y epinefrina. El proceso anterior, sumado a la presencia del cortisol y la hormona de crecimiento, desencadena que los tejidos —músculos y grasa— sean menos sensibles a la insulina y que, por lo tanto, la glucosa liberada desde el hígado se acumule en el torrente sanguíneo. Sin embargo, cuando se sufre de diabetes tipo 2, este efecto del estrés conlleva a un incremento de azúcar en sangre más difícil de controlar, lo que implica un peligro para el diabético.
Si se tienen sospechas acerca de la posibilidad de una relación existente entre el aumento de la glucosa en la sangre y el estrés, se recomienda llevar a cabo las siguientes acciones:
Todos los seres humanos atraviesan momentos de ansiedad y situaciones que provocan nerviosismo; naturalmente, diferentes circunstancias son las que dan lugar a las respuestas de estrés en cada individuo. El objetivo de buscar patrones es identificar una coincidencia entre situaciones específicas y un aumento de glucosa en la sangre; aunque claro, lo más importante es analizar las causas para encontrar el sentimiento, situación, o persona con la que se pueda asociar las lecturas elevadas de glucosa y hacer cambios que permitan evitar estos disparos en los niveles de azúcar.
Como ya se ha señalado, frente a un estímulo amenazante que provoca estrés, el organismo produce una respuesta hormonal, generando una mayor cantidad de adrenalina y cortisol. La primera es la encargada de aumentar la frecuencia cardiaca y preparar al cuerpo para escapar; la segunda incrementa el nivel del azúcar en la sangre y contrarresta la actividad del sistema inmunológico. Dicho proceso tiene su función de ser, pues cuando entra en acción, es el encargado de poner todo bajo control y orden, pero solo siempre y cuando esta circunstancia aparezca de manera ocasional y por un corto tiempo. Por el contrario, cuando se repite de manera constante esto se torna perjudicial para la salud.
La adrenalina y el cortisol pueden afectar y debilitar los órganos o diferentes elementos del cuerpo, según lo ha explicado el Instituto Americano de Estrés, por lo que resulta relevante poder distinguir entre una dosis aceptable de estrés y una excesiva. Sin embargo, esta tarea no suele resultar sencilla dado que el ritmo de vida actual ha normalizado la aceleración de la rutina y la priorización de los deberes laborales, lo que provoca que una gran parte de la sociedad sea incapaz de prestar atención al estado de ánimo o los síntomas físicos que puedan hacerse presentes a causa del estrés.
Entre los riesgos del estrés crónico se manifiesta la baja de las defensas, la elevación de la presión arterial, insuficiencia cardiaca, tensión muscular, contracturas, o problemas mentales como depresión, ansiedad o enojo. No controlar la sensación de estrés, en cuanto a su prolongación, no solo puede tener consecuencias significativas para el diabético respecto al nivel de azúcar en sangre, sino que también es causante de circunstancias como el aumento de masa corporal, pues el estrés afecta la regulación de los impulsos, lo que conlleva a una inclinación por alimentos apetecibles, pero sin valor nutricional. Esta propensión hacia estímulos de recompensa deriva también en hábitos y conductas nocivas, como fumar o beber en exceso, con tal escapar momentáneamente de la abrumadora tensión.
Una de las primeras recomendaciones en la gestión del estrés es anticiparlo y tramar un plan de acción a partir de una rutina en la que se incluyan actividades que resulten relajantes y auxilien en la eliminación de la tensión, como darse la oportunidad —de manera prioritaria— de vivir momentos que generen emociones positivas, como el tiempo que se convive con los seres queridos, por ejemplo. Si se comienza a identificar que el estrés se hace presente en la vida de una persona, se pueden ejecutar las siguientes estrategias para actuar a favor del control de esta emoción:
Las recomendaciones anteriores forman parte de las maneras activas de controlar el estrés; sin embargo, y en contraste, existen maneras inactivas entre las que se incluyen actividades como ver la televisión, usar el internet con fines de ocio o jugar videojuegos, mismas que son tan populares como inútiles en el manejo de la tensión, pues a la larga podrían incluso incrementarlo.
La práctica más importante para llevar a cabo un control del estrés es confiar en la capacidad interna para afrontar y resolver con éxito las situaciones que se presentan en el día a día. Una mentalidad positiva y una grata percepción acerca de la preparación que se posee para la resolución de conflictos será entonces un punto de partida; lo siguiente será cuestionarse qué se puede realizar para apoyar en su reducción.
El trabajo en conjunto con un especialista es una de las alternativas que auxiliarán la forma en que se vive el estrés, por lo que en EMANI se conforma un equipo de trabajo de colaboradores dedicados al estudio de la salud mental, quienes trabajan codo a codo con los estudiantes que buscan llevar a cabo las prácticas necesarias para la recuperación de su salud, lo que incluye como un elemento imprescindible el cuidado de la mente, así como la concientización y prevención de sus efectos en el organismo. Las alternativas son múltiples y variadas, vale la pena ponerlas en práctica cuando sea necesario con tal de disfrutar de una vida libre de estrés y mucho más saludable en todo sentido.
Mejorar tus niveles de azúcar
Encender la esperanza de que Sí es posible Vivir Sin Diabetes
Prepararte para transformar tu vida y Vivir Sin Diabetes
Víctor Sánchez
Psicólogo
Director General de EMANI
Director del Departamento de Psicología
Cuando se me presentó la oportunidad de ser parte de EMANI, la verdad no me era muy atractivo, eso cambio cuando comprendí a cabalidad la misión y visión de la empresa, ahora que tengo el puesto de Director General de EMANI y Director del departamento de psicología, esta labor en conjunto me llena de satisfacción por la manera tan profunda como cambiamos las vidas de nuestros increíbles estudiantes.