Hubo una vez un hombre quien, en la época de su juventud, aprovechando su vitalidad y la energía que esta le otorgaba para realizar múltiples actividades sin dificultad, ocupó diferentes puestos laborales, ganando salarios que le permitieron acumular bienes materiales para vivir cómodamente. A lo largo del ejercicio de su profesión, colocó su trabajo como lo más importante en su vida, aun por encima de las necesidades de su propio organismo, por lo que continuamente dormía poco y se alimentaba mal. Con el paso de los años, su cuerpo exteriorizó diferentes señales para anunciarle que el interior no estaba funcionando con la calidad que en el pasado lo hacía; sin embargo, mantuvo como una prioridad la decisión de continuar laborando, incluso por encima de esas advertencias.
Casos como el anterior se han conocido desde que las personas han tenido que desempeñar un oficio a cambio de un pago, aunque pareciera que en el presente estas circunstancias son cada vez más comunes; y es que la manera en que en la actualidad se ha construido la forma de trabajar ha ocasionado cambios significativos en las condiciones de vida de las personas, pues cada vez se requiere más dinero para solventar una existencia en la que se cubran las necesidades básicas, por lo que muchos se someten a jornadas extensas para ganar el dinero que se considere suficiente.
La manera en que para muchas personas se percibe el éxito, el deseo de sentirse parte de una vida activa, o la necesidad de proveer un recurso económico a quienes dependen de uno, ha conducido a muchos a tambalearse por una cuerda floja en la que la posibilidad de un mal paso y la consecuente caída al vacío representan la probabilidad de perder uno de los elementos más importantes para el ser humano: la salud.
Las demandas del trabajo y la presión que se ejerce sobre quien lo realiza son elementos que influyen en el bienestar de la persona, pues la carga que el cumplimiento del deber ocasiona conduce al cuerpo humano a responder con una serie de reacciones emocionales, psicológicas y físicas, por lo que cada vez es más común que se escuche hablar de conceptos como “salud laboral” o “estrés”. Comprender la relevancia de estos términos y la influencia que tienen en la vida profesional es el primer paso para generar conciencia acerca de que priorizar el trabajo tiene consecuencias que no sólo afectan la salud, sino que producen un desequilibrio entre lo laboral y lo personal. Es necesario balancear la necesidad del beneficio económico con la capacidad para disfrutarlo, pues ningún trabajo vale la vida y la vida no debe pasarse trabajando.
Trabajar ha sido y continúa siendo una manera de realización social y personal, desde que las condiciones en que se realiza dejaron de ser obligadas y pasaron a otorgar, de cierta manera, la oportunidad de crecimiento e independencia. Entre la amplia oferta del campo laboral actual se encuentran actividades de todo tipo y para todos los perfiles, labores que precisan de esfuerzo mental y otras cuyo mayor requerimiento es la fuerza muscular.
Cualquiera que sea la tarea a realizar, el ritmo en que se ejecuta ha ido incrementando con el paso de los años, pues labores que se reditúan con menor paga requieren que se realicen de manera constante o durante largas jornadas para obtener más ganancia; paradójicamente, cuando se tiene el acceso a un trabajo con un sueldo considerado como suficiente —que alcance para adquirir los bienes necesarios para vivir tranquilamente y algunos lujos más—, este viene acompañado de múltiples responsabilidades, por lo que el tiempo que debe dedicarse a ello también se extiende. En cualquiera de los casos, el deseo del ser humano por tener un estilo de vida que cumpla con sus expectativas ha hecho de trabajar una necesidad que las personas no pueden darse el lujo de posponer.
Aunque no toda la carga laboral, ni la manera en que el cuerpo responde ante esta, es completamente negativa, pues muchas veces es necesaria la oportunidad de enfrentarse a nuevos retos para impulsar el crecimiento personal, lo recomendable es no exponerse durante periodos prolongados y sin descanso al cúmulo de tensiones o estrés que pueda producir, mucho menos si se lidia con padecimientos que requieren atención constante como la diabetes. Toda persona requiere de un impulso que le anime a salir de su zona de confort, además de sentir que sus conocimientos o preparación son útiles en la sociedad; sin embargo, esto no significa que deba anteponer sus propias necesidades sobre las exigencias del trabajo. Se debe recordar que hay que destinar una parte importante del tiempo para dedicarlo a uno mismo y a las personas cercanas, ya que, sin importar el puesto de trabajo, todos tienen un lugar al cual acudir cuando no se está laborando y un entorno en el cual desarrollarse en los días de suspensión de actividades.
Si bien ha cambiado la manera y el tiempo en que se realizan los trabajos, también las personas que los realizan pues, por ejemplo, años atrás los hombres eran los únicos que ejercían actividades fuera del hogar. El cambio de tiempos ha traído consigo la posibilidad de que las diversas actividades laborales que existen sean ejecutadas por cualquier persona que tenga la preparación para llevarla a cabo, lo que implica que en el campo laboral se contraten personas de cualquier género o condición de salud, como la diabetes.
Así entonces, las personas han buscado la dignificación social a través del trabajo, sin importar el género o si se encuentran en perfecta salud o no y, aunque tener un buen puesto laboral es una oportunidad de crecimiento, también puede desencadenar estrés y preocupación por mantener cubiertas las responsabilidades, por lo que un individuo puede pasar la mayor parte de su vida trabajando, sin embargo, de las horas que tiene el día ¿qué porcentaje se dedica a la familia, al descanso y a la ocupación de uno mismo?, ¿qué cantidad de tiempo se destina a realizar las actividades o hábitos que mantienen a las personas en salud?
El trabajo trae consigo la sensación de éxito, de sentirse útil o importante, de poder realizar actividades interesantes a través de las cuales se acumula experiencia y dinero, pero dichos logros atraen también la pérdida de la noción de las prioridades, por lo que casi siempre los conceptos de “trabajo” y “salud” parecen estar peleados. Para que los labores puedan hacerse de manera adecuada y se obtengan los resultados deseados es imprescindible gozar de un buen estado de salud, ya que cualquier malestar que se padezca puede resultar en una limitación que dificulte realizar actividades sencillas. En el caso de los diabéticos, las complicaciones que se desprenden del padecimiento pueden no solo ser un obstáculo para trabajar, sino que, de no atenderse, incluso impiden que las personas sigan laborando, forzándoles a abandonar dicha actividad y, por lo tanto, dejar de obtener un salario.
Comúnmente las personas piensan que las complicaciones en la salud se derivan a consecuencia del envejecimiento, pues casi siempre las señales de que el cuerpo no está funcionando comienzan a aparecer a lo largo de los años de vida de un individuo; sin embargo, es más importante detenerse a analizar el hecho de que mientras se trabajaba se coloca como prioridad atender las labores y no los signos de un padecimiento. Las decisiones que se toman todos los días son las que conducirán a mantener o perder la salud, pues no solo influye en el cuerpo la falta de descanso, también le afecta lo que se ha decidido comer en el día, cuánta agua se ha podido beber o la actividad física que se ha podido realizar.
Trabajar sí mantiene al cuerpo y la mente en constante ejercicio, pero no de la manera en que requiere para mantenerse fuerte. Se debe tener presente que el cuerpo trabaja con recursos limitados que se agotan de manera constante, por lo que necesita de una alimentación que le aporte nutrientes necesarios para ser transformados en energía, combinado con el descanso suficiente para continuar. Múltiples estudios han demostrado el hecho de que las exigencias laborales han acrecentado, al menos, 7 veces más los riegos de padecer afectaciones a la salud en personas altamente demandadas por sus empleos que en aquellas personas con un ritmo de vida más tranquilo, debido a las condiciones a las que se expone al cuerpo.
No atender de manera adecuada las necesidades básicas del cuerpo puede derivar en circunstancias que aminoran la productividad en el trabajo, por ejemplo, reducción de la energía, problemas de salud mental, tales como depresión o ansiedad, conflictos familiares derivados de descuidar el plano del hogar y dificultades para llevar a cabo la logística del día a día; sumado a ello, se encuentran las consecuencias que desencadenan malestares como la diabetes, ya que, aun siendo atendidos por la medicina tradicional, tienden a empeorar si no se tiene el cuidado asistirlos mediante un tratamiento efectivo.
Se podría suponer que en el momento en que algún padecimiento comienza a manifestarse en la vida de cualquier persona, cambia la perspectiva respecto a lo que se considera una prioridad. Es triste pensar que solo cuando se ha perdido la calidad de vida se comienza a otorgar menos importancia a la actividad profesional para, por fin, voltear a ver las necesidades del organismo. El trabajo no es realmente el causante de que una persona pueda llegar a padecer diferentes achaques —unos más graves que otros—, sino la manera en que cada individuo maneja y concibe la actividad profesional. Es importante apostar por el desarrollo de una conciencia respecto a la salud, pues únicamente cuando se establece un orden en las actividades que se realizan, desde que amanece hasta el anochecer, se pueden balancear las responsabilidades laborares y el compromiso que cada individuo tiene por mantener o preservar el estado ideal del cuerpo.
El primer paso es reconocer que se han descuidado las necesidades del interior, ya que solo entonces se puede comenzar a generar un plan de acción en el que se comience por organizar las actividades diarias y así otorgar el tiempo a desarrollar nuevos hábitos saludables. Se deben tomar las decisiones necesarias como mantener una dieta equilibrada y no descuidar los tiempos de comida, así como realizar ejercicio y desconectarse en la medida de lo posible de las actividades laborales una vez que se ha cumplido la jornada.
Se trata entonces se buscar el control de la salud, mediante las soluciones que se tienen al alcance, liberarse del estrés laboral y aprender a escuchar las señales que el cuerpo expone. Anteponer la vida al trabajo implica tener claro que el paso del ser humano por este mundo es temporal; se debe colocar la labor profesional no como la meta o el proyecto máximo por alcanzar, sino como un medio para obtener aquello que auxilie a disfrutar aún más el descanso en el hogar y la convivencia con los seres queridos. La motivación para trabajar se tiene que centrar en compartir los talentos que se poseen con la sociedad para continuar mejorándola, recibiendo una compensación económica por ello, sin que el trabajo llegue a ser más importante que vivir adecuadamente. En EMANI se apuesta por el desarrollo de conciencia respecto a la importancia de la salud, mediante la educación y la atención, pues únicamente cuando se coloca la atención necesaria de crear un nuevo estilo de vida saludable, se llegará a vivir la alegría de la salud plena.
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Víctor Sánchez
Psicólogo
Director General de EMANI
Director del Departamento de Psicología
Cuando se me presentó la oportunidad de ser parte de EMANI, la verdad no me era muy atractivo, eso cambio cuando comprendí a cabalidad la misión y visión de la empresa, ahora que tengo el puesto de Director General de EMANI y Director del departamento de psicología, esta labor en conjunto me llena de satisfacción por la manera tan profunda como cambiamos las vidas de nuestros increíbles estudiantes.